Ser abstemio: la decisión de no tomar alcohol

Soy abstemio. Lo que significa, para el que no lo sepa, que no bebo alcohol, nunca. Como sobre el tema no hay mucha información en Internet, se me ocurrió escribir un post al respecto; para compartir mi experiencia con ustedes, con aquellos a los que les interese leerlo, obvio.

En la adolescencia, esa edad en la que empezás a formar tu personalidad y a definir tu individualidad, parte de ese proceso, en mi caso, me llevó a decidir que no quería tomar alcohol. Porque como muchas cosas que hacemos o dejamos de hacer en la adolescencia, fue una decisión.

¿Por qué no tomar alcohol?

En mi caso no hay una única e importante razón, las razones fueron varias que se combinaron. Honestamente no sé qué llevará a otros abstemios a no tomar, a lo mejor coinciden conmigo, a lo mejor son completamente distintos. Como sea, estos fueron mis motivos:
– mis padres no toman. No son abstemios, toman cuando salen, pero como hace 25 años que no salen a ningún lado, no los he visto tomar más que la (única botella de) sidra de Navidad. O sea, por ese lado tengo un buen ejemplo, al menos un ejemplo de que se puede no tomar y no pasa nada.
– no me agradan los gustos amargos. Y lo que más se toma, con lo que se empieza, es la cerveza. Cosa horrible que nadie recuerda lo horrible que es porque ya se acostumbraron (como les pasa a los fumadores con el pucho). Pero créanme, la primera vez que probaron cerveza, no les gustó.
– nunca lo necesité para desinhibirme o divertirme. Típica razón por la que uno empieza a tomar, cuando empieza a ir al boliche. Yo soy naturalmente desinhibido y divertido. Nunca tuve problemas para encarar una mina, para hacer juerga con amigos, para pasarla bien. De hecho, siempre digo (exagerando un poco) que soy más divertido que el más divertido de los borrachos alegres.
– me adapto fácil a las situaciones más diversas. Mucha gente que conozco que no toma, seamos honestos, es verdaderamente aguafiestas. Se quedan a un lado, critican a sus novios o amigos que sí toman y no los dejan divertirse, ponen cara de culo, se quieren ir temprano, etc. Yo en cambio me adapto. Cuando estoy con gente fumona, no fumo pero hago cosas fumonas a la par de ellos. Cuando estoy con gente empedo, no tomo, (los cuido para que no les pase nada) pero me integro y me permito hacer cosas de gente empedo. Soy uno más del grupo de borrachos.
– lo considero peligroso. He visto gente morir por culpa del alcohol + un auto, o el alcohol + una pelea estúpida que termina mal o cosas por el estilo. He visto gente accidentarse, salvarse de pedo, o hacer cosas de las que luego se arrepintieron toda la vida. A mí me gusta estar sobrio, me gusta estar consciente todo el tiempo posible, hasta cuando duermo.
– lo considero estúpido racionalmente contraproducente. Tomar te estupidiza, saca lo peor de vos, te hace cometer errores. Aunque tomes poco, siempre hacés cagadas. La cagada más obvia que la gente se manda cuando toma poco es… seguir tomando, o sea tomar mucho. Puedo entender que la gente tome alcohol, para ponerse alegre, para refrescarse, porque le gusta el sabor… lo que no logro comprender es a los que toman en demasía. No entiendo por qué pasa. Además, si quitás las posibles consecuencias «peligrosas» del acto de tomar alcohol, todavía te quedan las consecuencias estúpidas. Incluso el que toma generalmente poco, en su vida tiene dos o tres ocasiones de extrema borrachera de las que arrepentirse. No le veo los beneficios suficientes como para arriesgarme a todo eso.
– lo considero desagradable. Desde el tipo que se vomita la vida adentro de tu auto, pasando por la mina que está tan «ida» que se deja manosear por un puñado de desconocidos, hasta sentirle el mal aliento a la mina que te estás apretando. Y ni hablemos de los que se pelean «porque me chocaste o me miraste feo». Obviamente esto no aplica a muchos bebedores casuales, que apenas toman un vaso o dos y jamás llegan a esos extremos, pero son pocos los que pueden decir que nunca hubo al menos una vez en la que terminaron durmiendo sobre su vómito o acostándose con la más fea. Definitivamente «hazañas» de las que no hay que estar orgulloso, pero la mayoría, no sé por qué, cuenta con orgullo.
– creo que la sociedad estaría mejor sin alcohol. Pero obviamente, no estoy de acuerdo con prohibirlo. Sí me gustaría que simplemente, no existieran sustancias que afecten la percepción y el razonamiento, los reflejos y el juicio de una persona o que nos demos cuenta de lo mal que nos hace y poco a poco lo vayamos dejando. No impondría una ley seca ni prohibiría a la gente hacer lo que quiere, sólo que me gustaría que nadie lo quiera hacer; hoy en día tomar alcohol, más que una libertad, es casi una obligación. Pero sí sería extremadamente estricto (y a la vez educador) con la gente que se pone en peligro y pone en peligro a otros, queriendo manejar alcoholizados o cosas así. Hace poco aprendí que el alcohol y en especial la cerveza, ayudaron a la civilización humana a prosperar. En épocas en que no se sabía que el agua podía transmitir enfermedades, los que tomaban agua se morían y los que tomaban cerveza sobrevivían. Pero a lo mejor si no se la pasaban tomando cerveza no hubieran tardado cientos de años en darse cuenta que el problema era el agua y cómo potabilizarla. Como dicen: «cerveza, causa y solución de todos mis problemas».
– es más divertido ser el que no tomó. Al menos en mi caso. Tengo muchas anécdotas geniales (que no incluyen vómito o malas decisiones) que he vivido gracias a que yo era el que estaba sobrio en un determinado lugar o momento. Soy el que se acuerda de todas las cosas que pasaron, soy el que ve con claridad cómo es una situación, soy el que distingue entre mujeres y travestis, entre mujeres feas y lindas, fáciles y difíciles, copadas y brujas, histéricas y simpáticas, soy el que aclara que el motivo de la pelea no amerita terminar en el hospital por un botellazo en la cabeza, el que se da cuenta de que tomar cerveza no te da superpoderes como para pelear con seis patovicas; soy el que sigue con pilas al final de la fiesta. Soy el que no se duerme en el telo antes de tener sexo, soy el que rinde varios polvos, soy el que se da cuenta que le dieron mal el cambio. Soy el que se ríe de los demás, no del que todos se ríen. Soy el que siempre tiene buen chamuyo porque siempre sabe qué querés oír, soy el que se va con una chica más linda de lo esperado y no con la más fea. Soy el que no avergüenza nunca a su novia. Soy el que gana todas las apuestas, soy el que no hace papelones, sino que ve los papelones de los demás. Y bueno, a veces también soy el que maneja.

Bueno, más o menos como pienso ahora, ya pensaba lo mismo cuando comencé a salir. Recuerdo vívidamente la primera vez que fui al boliche. Cuando salía con mis amigos ellos no me decían nada, de hecho tomaban poquito, casi nada, como yo. Pero salir y encontrarme con todo el colegio, con muchos conocidos, imaginaba que iba a ser un constante encontrarme con gente que se iba a burlar de mí y mi vaso de sprite. Imaginaba que me iba a tener que pasar la noche explicando por qué carajo no tomaba cerveza. Con esas ideas en la mente, entré a «La Clínica Disco», en medio del humo me encontré con un grupo grande de casi la mitad de mi curso de la escuela. Se estaban pasando una enorme jarra de plástico que tendría quién sabe qué cosa. Cuando la ronda llega a mí, me temblaban las piernas; era el momento, podía tomar y renunciar a todo lo que pensaba y creía, pero «integrarme» de la manera más fácil, o ser honesto y no traicionarme a mí mismo. Si las burlas eran muchas, imaginaba, podría dejar de salir por unos meses (o años, o décadas) y luego volver y agarrar la primera botella o jarra o copa que me ofrecieran y pactar con el diablo (je).

«Tomá Neri, esto es noséqué con noséquéotracosa y coca; te va a gustar.» El que me pasaba la jarra era uno de los más tomadores del grupo, de los más populares también, alguien a quien te gustaría caerle bien y que te acepte. «Nnnnno, no, gracias; yo no tomo alcohol». «¿No tomás? bueno»… Y eso fue todo.

Ni se acabó el mundo, ni me excluyeron del grupo, ni fui un paria toda mi vida, ni se burlaron, ni se rieron, ni me humillaron. De hecho, a nadie le importo. Fue tan simple como que si alguien me ofrecía un vaso o una botella, otro del grupo decía «no, Neri no toma» y listo. Lo peor que me pasó relacionado con esto de no tomar y los grupos de amigos fue que más tarde esa noche, uno de los más grandes del grupete me dijo «bueno, vos que no tomás, vamos a la barra y pedimos granadina con sprite, que no tiene alcohol» y… se tomó casi toda la sprite antes de mezclarla y me dejó el vaso lleno de pastosa granadina. Creo que puedo vivir perfectamente con esa terrible y traumática (?) experiencia.

El resto de mi adolescencia y de mi vida seguí yendo a boliches, pubs, fiestas, cumpleaños, salidas. Y los que me conocen me ofrecen gaseosa directamente y los que no, cuando les digo que no tomo me contestan «aja» y no les importa más, seguimos conversando. Ahí tienen, para los que dicen que si no tomás, chau vida social. Jamás, ni una sola vez, alguien se burló de mí por no tomar. Como mucho despierto cierto interés o sorpresa, pero generalmente… simple y llanamente les importa un huevo. Es como decir que no usás paraguas cuando llueve, o que no le ponés queso rayado a la salsa. Simplemente no importa. Para serles honesto, mis amigos me recriminan más el hecho de que no tome mate que el que no tome alcohol.

Ojo, que a mí no me guste tomar alcohol, no quiere decir que le rompa las pelotas a los demás con el tema (no soy vegan jaja). Mis amigos toman, se ponen en pedo y hacen lo que se les cante, yo jamás les voy a decir nada. Obvio que los cuido cuando salimos y me preocupo a veces, pero es su vida y yo sé que en este mundo, el raro soy yo.

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