El «Intersciente»
Nota del autor: prepárense para leer un post bastante «fumado».
Imagina por un momento la siguiente situación. En el próximo párrafo te haré algunas preguntas y quiero que las respondas, mentalmente, todas, una a continuación de la otra. Las preguntas son irrelevantes, lo importante es que te fijes en el proceso que ocurre en tu mente al responderlas. Quiero que le prestes mucha atención a cómo las respondes, cómo hace tu mente para contestarlas. Aquí van:
¿Cuánto es 2+3? ¿Qué fecha es tu cumpleaños? ¿Quién es el presidente de tu país? ¿Cuál es tu color favorito? ¿Cómo se llama tu madre? ¿Cuál es tu comida favorita? ¿Cuál es la primera letra del abecedario? ¿Cuál es el nombre de un ser querido tuyo que haya muerto hace poco? ¿Cuántas patas tienen los mamíferos? ¿Cuál es tu número de teléfono?
Si eres un humano común, como yo, el proceso habrá sido más o menos el siguiente: Leíste mentalmente cada pregunta con «una voz» mental, que seguramente es tu propia voz, pero que no es uno sonido real, es una idea en tu cabeza de cómo suena tu voz, no la escuchaste realmente, la «pensaste». Inmediatamente, la misma voz, tu voz, pronunció la respuesta en tu mente: «cinco». Además de ese sonido imaginario, en algunas preguntas (no necesariamente, pero pudo pasar) habrá aparecido también, en tu mente, una imagen relacionada con dicha respuesta, un rostro, un número etc; habrá sido una imagen borrosa, difusa, incorpórea, y superpuesta con lo que estabas viendo en ese momento (seguramente fue este texto en tu monitor). Decimos que «imaginaste la respuesta». Finalmente, también es posible que algunos hayan acompañado ese sonido imaginario de la respuesta expresada con su propia voz, con una sensación o un sentimiento, como por ejemplo en el caso de los seres queridos y la comida.
Puedes hacerte miles de preguntas de este tipo y obtendrás sus respectivas respuestas, instantáneamente, sin saber cómo llegan a tu mente ni de dónde salen. Cosas que «sabemos», que están guardadas en algún lado de nuestra memoria y que salen a responder rápidamente dichas preguntas. Pero no sabemos cómo llegaron ahí. Por ejemplo, ¿cuándo fue el día que aprendiste que 2+3 es 5? ¿Cuándo decidiste que ese color es tu favorito y por qué no otro? ¿Estás seguro de que todos los mamíferos tienen la misma cantidad de patas? ¿Quién te lo enseñó?
Interesante, ¿no? No sabemos mucho sobre lo que «sabemos». Sólo surgen las respuestas en nuestra mente cuando las necesitamos. Respuestas que viajan misteriosamente desde nuestro inconsciente y subconsciente hacia nuestra conciencia.
Ahora, voy a hacerte otras preguntas y nuevamente te pido que prestes mucha atención a tu propia mente al momento de responderlas. Recuerda que debes intentar responderlas de la misma forma que las anteriores. Si no puedes, no te preocupes, sigue con la siguiente pregunta. Aquí van:
¿Cuánto es 3567 – 989 * 4/5? ¿Qué fecha es el cumpleaños del hermano menor de tu mejor amigo? ¿Quién fue el presidente de tu país en 1943? ¿Cuál es tu color favorito, dicho en alemán? ¿Cómo se llamaba tu bisabuela? ¿Cuál es tu comida favorita que contenga papas? ¿Cuál es la primera letra del abecedario hebreo? ¿Qué día de la semana era cuando ese ser querido tuyo murió? ¿Cuántas especies de mamíferos no son vivíparos? ¿Cuál es el número de teléfono de tu tío ese con el que hace años que no hablás?
Si eres un humano común, como yo, posiblemente no respondiste a ninguna de estas preguntas. En estas, el proceso mental fue distinto, las respuestas no salieron inmediatamente. Seguramente intentaste responderlas usando algún tipo de deducción, o intentaste relacionarlo con algo, o simplemente te sorprendiste y pasaste a la siguiente pregunta. Estas son preguntas cuya respuesta parece que no están en ningún lado de tu mente.
Ahora imagina esta otra situación. Te doy permiso de googlear, calcular, preguntar a alguien y hacer cualquier cosa necesaria para responderlas. Vuelve a leerlas y piensa cómo las resolverías, y en especial qué (o quién) te podría dar esas respuestas.
Bueno, ya casi llegamos. Imagina ahora que tienes en tu mano un aparato electrónico, un gadget con pantalla y sonido. Algo como un iphone o una palm. Un aparato que se conecta a internet en cualquier lugar que estés y puede entrar a google, a wikipedia, a youtube, al DRAE, a tu agenda. Un aparato que es una minicomputadora, o que mejor aún, se conecta por internet a una megacomputadora. Un aparato que te permite comunicarte rápidamente con cualquier persona que conozcas, o si no pueden contestarte, se conecta a su blog, su facebook, etc. Ahora, vuelve a leer mis preguntas y piensa si con este aparato podrías contestarlas. Seguramente sí, pues dichos aparatos ya existen, son una realidad y muchos los usamos con este fin.
Yo, por ejemplo, en mi palm busco el significado de palabras que no conozco, busco en el mapa dónde queda un lugar y cuántas calles debo caminar, busco el número de teléfono de mis conocidos. Busco la fecha de cumpleaños de mis amigos. Busco información descriptiva sobre qué es un vivíparo. Googleo sobre los presidentes de mi país. Uso la calculadora científica. Traduzco palabras a otros idiomas. Y un enorme etc. Siempre digo a mis amigos «este pequeño aparato, es una extensión de mi cerebro»
El proceso para obtener estas respuestas, actualmente, es mucho más complicado. Tenemos que prender el aparato, conectarnos a internet, ir a una determinada página web o servicio, apretar botones, teclear palabras, esperar las respuestas, buscarlas, filtrarlas de la información irrelevante, teclear y volver a teclear hasta finalmente leer la respuesta que buscábamos.
Pero, imagina un aparato de un futuro próximo que funcione de una forma mucho más sencilla. Uno al que baste hacerle una pregunta en voz alta y esperar la respuesta que este aparato, tan inteligente, busque y nos dé. Un aparato así sería posible incluso hoy, pues es sólo la suma de muchas tecnologías que actualmente existen.
Pero si incluso vamos más lejos en el futuro, imagina un aparato que no necesite que le hablemos, un aparato que esté enchufado a nuestra mente y pueda ser usado con el pensamiento. Un aparato que nos diga, no a través de un pequeño parlante, sino a través de un «pensamiento», con una voz imaginaria, posiblemente la nuestra, que 3567 – ((989 * 4) / 5) = 2 775,8; que el hermano menor de tu amigo cumple años el 3 de Febrero según su facebook, que el presidente de Argentina en 1943 fue Pedro Pablo Ramirez y que mamíferos no vivíparos hay dos, el ornitorrinco y el equidna. Un aparato que no necesitaría baterías pues se alimentaría de nuestros cuerpos (como nuestro cerebro), un aparato cuya voz podría ser la de Morgan Freeman u otra, o podría ser indistinguible de nuestra propia voz interior. Un aparato que nos podría no sólo «decir» la respuesta a todas nuestras preguntas, sino que también podría mostrarnos imágenes «borrosas, difusas, incorpóreas, superpuestas» a lo que estuviéramos viendo en ese momento. Un aparato que podría incluso hacernos «sentir» algo relacionado con dicho pensamiento.
Imagina ahora que tienes dicho aparato instalado y funcionando, en este momento. Imagina que te pregunto ¿Cuánto es 672 * 798? y «una voz», tu propia voz, en tu mente, responde «quinientos treinta y seis mil, doscientos cincuenta y seis». Esa respuesta no salió de tu inconsciente ni de tu subconsciente. Esa respuesta no salió de tu memoria. Esa respuesta salió de este aparato. Pero como este aparato te lo instalaron siendo niño y viviste con él toda tu vida, como la voz imaginaria de este aparato es indistinguible de tu propia voz… vos no sabés de dónde salió la respuesta, así como tampoco sabés de dónde sale la respuesta a 2+3.
Es a este aparato, futuro e hipotético, pero altamente probable y realizable, a lo que yo llamo «el Intersciente». Una especie de «inconsciente colectivo» global, mundial, al que el humano del futuro estaría «conectado» como el humano actual se conecta a internet por wifi. Pero que sería indistinguible (o no) del propio pensamiento. La información, la respuesta, no llegaría a tu consciencia desde algún recóndito lugar de tu propia memoria, sino desde una memoria virtual, de silicio, externa a tu cuerpo, en algún servidor lejano. Una «internet telepática» que respondería todas tus preguntas.
De repente, cada humano podría tener acceso instantáneo y transparente al infinito conocimiento de la Humanidad. Todos los humanos podríamos derivar e integrar, no sólo sumar y multiplicar números de dos o tres cifras. Sabríamos cuál es el sinónimo adecuado para usar en una frase, a medida que la vamos diciendo. Entenderíamos lo que otras personas nos dirían en otro idioma, o al menos tendríamos una idea aproximada. Inmediatamente sabríamos qué es cada cosa que vemos o concepto que escuchamos nombrar. Tendríamos una idea de cómo se ve o cómo suena cualquier objeto. Sabríamos dónde queda cada lugar y cómo llegar.Sabríamos infinidad de datos sobre nuestros amigos y conocidos. Podríamos llevar registro de cada cosa que hacemos durante el día, mentalmente, y luego recordarlo aunque hayan pasado horas, días o años, o lo que hacen e hicieron nuestros amigos. Responder preguntas sencillas y directas, incluso algunas más complicadas. Incluso podría describirnos los pasos, el algoritmo, el cómo se hace, paso a paso, de cualquier actividad humana. Las posibilidades son infinitas.
Ahora, mi pregunta es:
¿Sería esto realmente conocimiento? ¿Realmente «sabríamos» cuánto es 15674 /3912? (Aunque, pensándolo bien, también me quedan dudas de si realmente «sabemos» cuánto es 2+3).
¿Cuál sería el límite? ¿Qué cosas se podrían aprender «al estilo matrix» de esta forma y cuáles no? ¿Se puede aprender kunfu con este hipotético aparato, o es necesario el entrenamiento físico? ¿Podría un aparato así «enseñar» a nuestros músculos cómo patear y golpear? ¿Se puede «aprender» de esta forma conocimiento que no sea físico como el kunfu, por ejemplo a integrar y derivar? ¿Qué implica «saber derivar»?
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