Y después nos quejamos de cómo está nuestra sociedad

Cuando terminaste la secundaria, perdiste prácticamente todo contacto con tus ex compañeros. Te mudaste y no los viste más por años, ni supiste qué fue de ellos. Hasta hoy: la reunión por los 10 años de egresados.

classroomMauro Llarul, el grandote que dos por tres te pegaba a la salida del colegio, por motivos tan inverosímiles como que no le entregaste, por enésima vez, tu sandwitch en el recreo o porque no dejaste que se copiara de vos en la prueba de geografía. El mismo que una vez tiró por la ventana al flaquito Gómez por tener cara de puto, por maricón, por el simple placer de verlo llorar como nena… ahora es policía.
El flaquito Gómez, por cierto, no vino a la reunión. Dicen que se metió al seminario apenas salió de la escuela; al ser el octavo hijo de su madre con su segundo padrastro, no podían mantenerlo ni mucho menos pagarle los estudios. Era eso o trabajar en la estación de servicio. ¿Y te lo imaginás a Gómez todo engrasado arreglando autos? Dicen que dirigía el comedor infantil de la Parroquia hasta que un día desapareció de la noche a la mañana. Algunos te cuentan que fue por dejar embarazada a una alumna del colegio de monjas, otros que porque lo denunciaron por manosear a unos nenes del comedor.
Laura, ¡oh Laura! La diosa de 5to de San Fernando del ’99. A la que le dedicaste tantas… duchas frías e idas al confesionario. No estudió nada, obvio. La pobre rubia tarada apenas podía recordar su nombre. Estuvo de secretaria personal de Alonso, el gerente del Banco Provincia durante 4 años hasta que dejó de trabajar porque se casó… con Alonso. Para divorciarse a los dos años. Después de él, dicen que se volvió una especie de puta cara, que «ama» al mejor postor. Hoy vino acompañada del Intendente, para que te des una idea. Está igual de buena que hace 10 años, sólo que con más maquillaje y misteriosamente, mejores y más grandes tetas. Dicen que se la da de mujer importante, que es el terror de las cajeras de supermercado y empleadas domésticas. Una insoportable «vieja cheta» de apenas 28 años.
Y hablando de chetos, Alejandro, el niño mimado de la ciudad (y de su mamá, la jueza Moreno). El que ya tenía camioneta 4×4 a los 13 y se había tranzado a todas las chicas lindas que a nosotros no nos daban ni la hora. Bueno, murió. A los 23 años, a la salida del boliche, totalmente borracho se estampilló a 120 por hora contra la parada de colectivo de la esquina entre Rivadavia y Belgrano. El maldito infeliz se llevó con él a cuatro personas que se habían levantado temprano para ir a trabajar y estaban esperando el bondi.
Aguirre, Morón y Fernández. Los que en 4to hicieron desaparecer toda la plata que estábamos ahorrando para el viaje de estudios y que nadie les dijo o hizo nada, por tener padres «influyentes». Se fueron a estudiar abogacía juntos a la capital. Dicen que compraron todo su camino al título y ahora están metidos hasta el tuétano en política. Aguirre está a un paso de ser un joven diputado y Fernández afirman todos, será algún día nuestro futuro flamante intendente.
Juana, la que tenía como cuatro años más que nosotros porque había repetido de grado varias veces en la primaria, después de no decidirse durante un par de años, se metió a magisterio, la última opción de los que no tienen vocación por nada más (cuando debiera ser al revés). Y ahora es la profesora de lengua de los hijos de Marcos y Yolanda, los dos boludos que «se embarazaron» antes de terminar la secundaria. El pendejo ya tiene 8 años… y vos todavía jugás a la Play, te hace pensar que tenés que madurar algún día, ¿no? Pobre pibe, me pregunto si Juana seguirá escribiendo «haber» sin h.
El negro Martínez se juntó con la loca Acosta. Y a pesar de toda predicción, siguen juntos. Él que era el mejor alumno de la clase, no pudo sacar el CBC de Ingeniería, entró en crisis y se volvió. Ella, tan princesa, tan fina. Que jamás estaría con «un negro cabeza». ¡Cómo se dificulta mantener los prejuicios cuando papi millonario te deshereda y deja de hablarte por drogadicta y todos tus «amigos» (del dinero de tu papá serán) te dan la espalda.
Y si hablamos de drogas, todo mundo te cuenta del flaco Obaldía. Dicen que a estas alturas está irrecuperable, viviendo con su madre, robándole electrodomésticos para visitar a su dealer, que todos juran que es Roberto Balbi, el hermano menor de Jorge Balbi, el que te robó la novia en tercero.
El resto de los que no te menciono, están la mitad apenas sobreviviendo, en mediocres trabajos de oficina, haciendo cosas que distan mucho de lo que algún día imaginaron que harían. Y la otra mitad «trabajando» en la Municipalidad o haciendo nada gracias a los «Planes Olgazanear». ¡Te lo juro! Como la colorada Calleri, que ya va por el quinto hijo. Todos de padres distintos y anónimos, obviamente. Es increíble, con lo que te gustaba a vos esa mina en la secundaria. ¿Te acordás que en 4to casi la besaste pero no te animaste? Y con lo laburante y sacrificada que era su vieja, la Tana Raquel. De sol a sol laburaba para que a ella no le faltara nada, pero se murió de cancer en el 2003 pobrecita. Si viera a su hija así, se volvería a morir.
Y tu viejo amigo, el petiso Acevedo, terminó contaduría tranquilo, en 6 años y se volvió, y ahora está trabajando en el estudio del Dr. Acasuso y saliendo con la hija. A él no le fue tan mal, pero es otra persona, no lo reconocerías. Pasó de ser ese idealista «escolta primero» de la Bandera Argentina a un pobre diablo que dice sí a todo. Ahora te dice orgulloso de sí mismo, que él no se mete con nadie, que él no vota porque «para qué», que él no dona los 30 centavos en el supermercado porque es todo mentira, y que de última, que todos esos son una manga de vagos atorrantes. Que en vez de pedir en los semáforos, esos negritos deberían laburar, como hizo él (cuando todos sabemos que no tocó una pala, ni siquiera una escoba hasta los veintitantos, y sólo una vez) Que ya no sale a ningún lado porque la calle está insegura, que habría que matar a todos los chorros (no aclara si también hay que matarlos a sus ricos clientes, para los cuales mensual y anualmente «dibuja los números» de su contabilidad, sentado en su cómoda oficina. O a él mismo, que se sabe a la perfección todos los trucos para «estafar y no ser estafado») A pesar de que fue él, uno de los que le dio la espalda a la loca Acosta porque se rumoreaba que consumía, cuando ella le vino a pedir la ayudara a entrar de cadeta en el estudio, porque el papá la había echado de la casa.

Visto desde la perspectiva de los años pasados, ahora te parece tan claro que esa pequeña aula de 34 alumnos era una minúscula proto-sociedad resumida a su mínima expresión. Proto sociedad que se repetía por miles a lo largo y ancho del país. Minúscula sociedad que seguro hoy mismo se está gestando igual… o peor, en ese mismo colegio, entre esas mismas cuatro paredes. Sociedad resumida que en el 99 explotó y se desparramó y se mezcló con otras proto sociedades que también tenían su abusivo, su linda tarada, su idealista, sus chantas, sus mediocres. Sociedades pequeñas, pero sociedades en fin, que aún hoy, a diario te cruzás por la calle, en el ascensor, en tu trabajo, por la tele, en los diarios, en el espejo; con otros rostros y otros nombres y apellidos.

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