A los dos trabajadores que me inspiran.
En este día del trabajador quiero homenajear a mi padre, Eduardo, y mi madre, Marisa, mis dos ejemplos a seguir en la vida, que me enseñaron que el trabajo es sinónimo de sacrificio, pero no de queja; de compromiso, pero no de obsesión, que el trabajo es sinónimo de cuidar de los tuyos, de darles un presente digno y un futuro lleno de posibilidades.
Cuando pienso en «el día del trabajador», lo que me viene a la mente es mi mamá corrigiendo en silencio exámenes de inglés hasta las 2 de la mañana en la mesa de la cocina; y de nuestra alegría cuando escuchamos el sonido del camión de papá llegando finalmente a casa después de una larga semana, y verlo molido de cansancio, pero siempre dispuesto a darnos sus besos de cariño con su carita sucia y sus ojos siempre tan inocentones, de un torpe «papá te ayudo con el bolso» como infantil intento de demostrar que valoramos su esfuerzo. «Mirá papá, la nota que me saqué», «nos portamos bien papá», «te estábamos esperando, la comida está lista pero no íbamos a empezar sin vos».
Y me llena de orgullo, saber que ella es una maestra querida y respetada por una ciudad entera, un par de generaciones de alumnos que siempre hablan con cariño de «la Mrs. Tisocco» donde sea que me los cruce; y que no hay camionero, en todo el camino de Curuzú a Buenos Aires que no me haya dicho «tu papá es un groso, no conozco a nadie como él, tenés que valorarlo mucho» en alguna estación de servicio, con las estrellas del cielo como testigo. Nada me honra más en la vida que la gente me conozca como «el hijo de la Tisocco» o «el mayor de los hijos del Quiqui». Y a veces, debo confesar, me duele el no ser yo capaz de responderles con el mismo sacrificio. Porque sin dudas, una de las recompensas más grandes cuando me comprometo y hago algo bien, aunque me cueste, es ver en sus rostros el orgullo de padres, poder decirles con actos, valió la pena, gracias por todo lo que me diste, mirá lo que hice con la vida que me ayudaste a construir. Y cuando mis párpados me pesan, y mi espalda me duele, y el cansancio me aborda, pienso en ellos y puedo seguir un poco más.
Por eso (y muchísimo más) siempre voy a estar completamente agradecido y en deuda con los dos más grandes e inspiradores trabajadores que conozco, mi mamá y papá.