Monólogos del PENdrivE
Hola, hola? Probando, probando… 1, 2, 3, 5, 8… ¿funciona este micrófono?
Mi nombre es Timoteo Verba, y soy un PENdrivE. Los que me conocen me dicen Tim, Verba… Tim, el PENdrivE. Hoy he venido a hablarles de sexo, sí mis queridos frikis y señoritas del público presente, les vengo a hablar de la vida sexual secreta de los pendrives; y obviamente de «MI» vida sexual.
Cuando era chico tenía un dueño que se llamaba Juan, un adolescente con aspiraciones de convertirse algún día en hacker. Me llevaba a todos lados donde iba, yo siempre estaba en el bolsillo de su pantalón. Y viste cómo son los adolescentes, están todo el día tocándose el PENdrivE, se la pasan metiendo la mano en el bolsillo y agarrándose el PENdrivE disimuladamente, acomodándolo para acá y para allá. Mi dueño se la pasaba usándome o metiéndome mano todo el santo día.
Éramos grandes amigos con Juan, me acuerdo la primera vez que me llevó a debutar. Me acuerdo que fuimos a un cyber-café de ahí a la vuelta de su casa, al lado de la terminal de colectivos. «Computerío» se llamaba el cyber, pero las primeras letras del cartel estaban medio borradas, por eso los adolescentes del pueblo se juntaban a veces y decían «che, estoy aburrido, vamos al puterío?» Y llegaban y se divertían un rato. Pero bueno, esa primera vez fuimos solos, Juancito y yo.
Yo era un PENdrivE inexperto, virgen, sin ningún uso, recién compradito. Y Juan tampoco la tenía muy clara. Había visto muchos «tutoriales» sobre cómo ponerla, en youporn ¿o era en youtube?, no me acuerdo. Prácticamente se podría decir que apenas supo para qué servía su PENdrivE, lo quiso empezar a usar! Y en esa época no era como ahora, que todos los pendejos tienen computadora en la casa, con internet banda ancha y si quieren usar sus PENdrivES, lo hacen en solitario, encerrados en sus cuartos frente a la compu cuando los viejos no están. No, en aquella época tenías que ir al «puterío» si querías usar tu PENdrivE. Ahí en el cyber, había un grupo de lindas comPUTAdoraS, que por un cierto precio, te dejaban enchufarles tu pendrive y descargarte todo lo que quisieras.
¡Yo estaba re nervioso boludo! Era la primera vez que mi dueño me iba a usar, no quería pasar papelones!
Llegamos y mi dueño le dice al que atendía «hola, quiero un turno por favor». El turno, para el que no lo sabe, es de más o menos una hora, después hay promociones si te quedás más tiempo, o si querés dos computadoras a la vez, o si sólo querés hacerte un rapidito. Las impresiones de «TePés» de la facu se cobran más barato, también los PeTés… Pero bueno. «pasá a la 6» – le dice el tipo. Y nos metimos por un pasillo oscuro, que de cada lado tenía puertitas que dan a los «cubículos». Ahí adentro ya te está esperando una computadora. Y es reservado, nadie ve lo que están haciendo en los otros cubículos. Y bueno, entramos re entusiasmados, yo me había hecho el bocho toda la tarde antes de ir. Me imaginaba una linda Dual Core negra, con dos buenas RAMs de 1 giga, lectora de dvd, pantalla plana, un buen par de parlantes. Me imaginaba todo lo que le iba a hacer en esa hora que teníamos.
Pero entramos y la vi… ¡cuando la vi me quería matar! ¡Era re vieja boludo! Fácil tenía 5 o 6 años, que en «años-máquina» es una bocha! Es como los «años perro«, viste? que hay que multiplicar x 7 y así sabés cuántos años tendría tu perro en años humanos? Bueno, lo mismo, pero en informática, como todo pasa tan rápido, en años máquina tenés que multiplicar x 11. Era tan vieja, pero tan vieja que en vez de la linda morocha que yo me imaginé, me encontré con una vieja canosa, su gabinete era gris, tirando a un beige sucio, feo, muy feo. Y no era flaquita, el monitor no era chatito como yo esperaba, era gordo y lleno de calcomonía. Y a mí que me gustan tetonas, esta no tenía ni 14 pulgadas.
Bueno, mi dueño se sienta con la computadora y se pone a «chatear» un rato. Yo me quería ir a la mierda. Después de un rato se pone a mirar unas páginas porno y ahí dije «bue, ahora me va a agarrar a mí, me tocó mi turno». Porque los adolescentes son así, apenas se ponen a mirar porno ya se quieren «descargar» todo, no pueden simplemente mirar porno por el placer de mirar porno, no, se lo quieren descargar. Y bueno, se paró frente a la máquina y me sacó de adentro de su pantalón, con todas las ganas de usarme, un poco nervioso, me quitó una pelusita que tenía en la cabeza que me había quedado del jean y ya estaba listo para usarme. Porque viste que hay pendrives que vienen con capuchón, pero yo no tengo capuchón porque soy judío. Mi dueño me compró en Once, y no sé qué pasó que apenas me sacaron del blister vino un tipo con barba y me quitó el capuchón y nunca se lo devolvió a mi dueño, así que me fui de ahí sin capuchón. O sea, tengo el conector USB al aire, digamos.
En fin, mi dueño buscaba el agujero para ponerme por ahí adelante, pero no encontraba. Acordate que estaba oscuro el cyber, no se veía bien; y además que Juan era adolescente; un poco bruto y apurado, con poca experiencia… y así a lo bruto intenta meterme, ansioso, hasta que se termina frustrando. «Soy tan n00b que no puedo encontrar el agujero para meterlo» -pensaba. Porque ¿quién no tuvo ese problema alguna vez? El problema es que el agujero para meter el PENdrivE está muy abajo, ¿o no?
Un poco avergonzado, Juan saca la cabeza por la puerta del cubículo y le pregunta al tipo que atendía «che, no tiene entrada USB esta máquina?» y él le contesta «No, no tiene adelante, tenés que meterla por atrás». ¿¡POR ATRÁS?!! Y ahí nos dimos cuenta. ¡HORROR! ¡Boludo! No era UNA computadora como cualquiera… era UN computador… era un Pentium II paraguayo traído de contrabando de la triple frontera!! Los traen engañados, diciéndoles que van a trabajar de oficinistas o de domésticas, pero terminan en un oscuro cyber de Castelar. Y esos no tienen entrada adelante para el pendrive, sólo se la podés meter por atrás. Obvio que ahora hay algunos Pentium famosos que salen por la tele, que supuestamente tienen, pero es porque se operaron. O sea, vino un técnico con un destornillador, las abrió y le agregó un adaptador usb adelante. Pero dicen que no es lo mismo, que se nota la placa.
Y bueno, no sabíamos qué hacer, nos sentíamos estafados, en esa época ir al cyber eran 6 pesos la hora, un montón! y ya habíamos pagado, además mi dueño a todo esto seguía mirando porno y le urgía descargarse. Así fue que le mandamos nomás, me metió por atrás, tanteando con las manos porque no alcanzaba a ver bien, tratando de no tocar nada desagradable. Porque viste como es ahí atrás, cuesta tenerlo limpio, está lleno de pelusa y pelos a veces, ¡es un asco!
Y así fue mi primera vez, en un oscuro cyber del conurbano bonaerense, con un viejo Pentium II traído del Paraguay. Salimos de ahí y fuimos a lo del tío de Juan, él le quería contar a su tío que por fin había ido solo al cyber, y había usado su pendrive por primera vez. Después de contarle toda la historia, el tío me conectó a su máquina con Linux que tiene, se fijó unas cosas, y le muestra unos archivos raros que yo tenía… lo miró y le dijo «Juancito, Juancito te felicito, pero la próxima vez no seas boludo y usá protección!». ¡Me había contagiado un virus! El muy cochino Pentium, me llenó de archivos .exe ocultos, y tenía bugs de lectura-escritura por todos lados. Y algo que nadie te dice sobre los bugs es lo mucho que pican los condenados. Menos mal que el tío de Juan tenía Linux instalado, gracias a eso pudo curarme fácilmente, y su máquina no se infectó. Así que ya saben muchachos, háganme caso, usen protección, no sean boludos. Y no me vengan con que el antivirus es incómodo, o que te hace que todo ande más lento y que no se siente igual. Después les pasa lo que a mí, que mi primera vez fue una experiencia traumática.
Pero bueno, ahora estoy de novio. Bah, Juan tiene novia. Y la novia tiene una notebook. ¡No sabés! Es preciosa, chiquita, manejable, hermosas curvas, ¡qué diseño! Y encima tiene apenitas un año y medio! Una nena! Y entonces ellas me usan a mí todo el día. Estoy más con ellas que con Juan. Y sí, son adolescentes! Digamos que hace un par de meses es más lo que estoy en manos de ella que lo que Juan me puede usar él solo, como antes. Todo empieza con «a ver Juan, mostrame tu pendrive» y luego ya pasa a «Juan, necesito tu pendrive» «damelo que quiero jugar con tu pendrive». Pero en general me trata bien, salvo aquella vez que me mordió y me dejó una marca. ¡No sabés cómo duele! Además, estoy hecho de plástico, boludo, imaginate lo fuerte que mordió la guacha. ¡Eso no se hace, chicas! No sé, qué manía las minas con tener el pendrive de sus novios todo el día en la mano, algunas no te das cuenta y te ponen en la boca, o te enchufan en el primer agujero disponible. Y te usan todo el día.
Encima, ¿viste cómo son las minas? ¿se dieron cuenta? ¿que siempre le están poniendo nombres a los pendrives de sus novios? «pasame tu cosito que lo necesito», «ensartame el uesebé ya mismo que no doy más»; «esta poronga no funciona», «qué aparatito más chiquito tenés», «otra vez me querés enchufar el pendorcho ese?». ¿Y las computadoras? Ellas también te ponen nombre raros cuando están con vos: «memoria flash», «memorystick», «disco externo extraíble», «unidad de almacenamiento externa», «llave usb», «E-dos-puntos»… ya ni sé cómo me llamo.
Admito que al principio esta chica a mí no me convencía para novia de Juan, y les voy a contar por qué. No sé, se me hacía que le estaba metiendo los cuernos. El otro día después de usarme un rato, se fue Juan a su casa y ella me sacó y me arrojó adentro del cajón de su escritorio. Ahí entre biromes usadas, invisibles y monedas… ¿con qué me encuentro? ¡Otro pendrive! Lo miro serio, con esa cara de culo con la que se miran dos tipos que compiten por la misma mina y le digo «Hey, y vos quién sos?». «Kingston» – me contesta, medio sobrador el forro. Y yo pienso «ah puto, un cheto de mierda me vengo a cruzar». Y le digo «¿y qué hacés acá, vo gato?». «Soy el pendrive del exnovio» – me dice con voz irónica. «Ah, por eso te tiene acá abandonado!» -le retruco. «No, me tiene acá porque de vez en cuando me busca y me usa». «A LA MIERRRRRRRRDA!» -pensé.
¿Se dan cuenta lo que significaba? ¡Un quilombo! Si mi dueño se enteraba se iba a poner re mal! Es re celosos el pibe! ¿La mina sigue usando el pendrive del ex? Encima… un bajón, ¿entendés? No puedo competir yo: él es un Kingston, traído de EEUU, yo soy un negrito del Once. Él está hecho de fibra de carbono y está lleno de luces, es flaquito y musculoso, es NTFS, yo soy un Gordo32. Él la tiene mucho más grande, la memoria… tiene tremenda memoria de 32GB, yo apenas la tengo de 8 gigas, que alguno podrá decir «epa, ocho es poco» pero me defiendo, loco. La sé usar, ¡además lo hago con cariño loco! Yo no copio y pego… yo copio y acaricio. Yo le pongo empeño, mi barra de progreso no miente, si te digo que todavía no voy a acabar, es porque todavía falta, loco. No soy de esos que te dicen «seguí, seguí, que yo te aviso» y cuando la barrita va por la mitad, zas, «archivos movidos con éxito». Dicen que sé mover muy bien mis archivos. Pero las minas, aunque no lo admitan, siempre prefieren al que la tiene más grande, por eso lo tiene ahí al pendrive del ex y no lo tira, ¡porque seguro era mejor que yo!
Yo estaba muy bajoneado por todo esto, y no sabía cómo contárselo a mi amigo Juan. Ella seguía usando el pendrive de su ex novio de vez en cuando. Era evidente. Pero hoy vino Juan a visitarla, y lo encontró… al pendrive, ahí en el cajón, al lado mío. Y le preguntó «¿y esto qué es?» «Un pendrive, que me regaló mi ex» – le contesta, sin inmutarse la caradura! «¿ah si? y por qué lo guardás acá?»
Y su respuesta me alegró el día: «No sé, no andaba y lo tiré ahí, yo quería usarlo y hacía todo mal, terminaba muy rápido de mover archivos, algo fallaba, me copiaba mal las fotos, un desastre. Es trucho, un mentiroso. Decía que era de 32 gigas y resultó ser de 512 megas nomás, muy chiquito, no sirve para nada; prefiero usar el tuyo, que siempre funciona bien cuando lo necesito». BEST DAY EVER!
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