«No dejes morir mi tamagotchi»
Tengo una anécdota genial con un tamagotchi.
Soy del interior del país, de Corrientes, y cuando terminé el secundario, me vine a Buenos Aires a estudiar. Mi hermanita menor, el día que viajaba, me regaló su querido tamagotchi y me insistió mucho con que «no lo dejes morir hasta que vuelvas». Mi padre es camionero, por lo que el viaje a Capital Federal lo iba a hacer en camión (700 km) de un amigo camionero. Cuando llegó el camión a buscarme, en la cabina no había uno, sino cinco camioneros. Habían sacado el asiento del acompañante e iban todos apretados, algunos sentados en la cama, otros en el espacio que había quedado del asiento faltante. Yo era el sexto ahí adentro!
Cuando íbamos de viaje, el condenado tamagotchi empezó a sonar insistentemente. Imaginen la vergüenza que me dio explicarle qué era lo que hacía tanto ruido en mi bolsillo a cinco robustos camioneros que iban todos apretados en un viaje de 700km y casi 11 horas. Pero por otro lado, había prometido a mi hermana que iba a cuidar de su tamagotchi, y era algo simbólico, cuidarlo era como decir «me estuve acordando de vos todo el tiempo mientras estuve lejos». La cuestión es que cada vez que sonaba, se interesaban más por el aparatito y me preguntaban más cosas sobre él y sobre cómo funcionaba. Y al final del viaje todos los señores cincuentones camioneros estaban tan interesados en el «animalito que te regaló tu hermana» que apenas sonaba se peleaban por darle de comer o atenderlo.Era una imagen muy bizarra, cinco señores camioneros, gordos apretados en la cabina de un camión sin asiento, turnándose por atender a un tamagotchi hambriento y molesto.
¿Se acuerdan de los tamagotchi? Yo hoy me acordé de esta anécdota por este artículo y porque ahora ando medio peleado con mi hermana y la verdad que la extraño mucho.