La insoportable soledad del blogger
Parafraseando un poco a Kundera, me pongo filosófico una vez más y me pregunto cómo será la vida diaria del blogger y se me antoja que es una vida algo solitaria, o al menos la parte que tiene que ver con el arte de bloggear. Y entiéndase por «blogger» aquel que le dedica un tiempo considerable a su blog, por las razones que sean.
Imagino al blogger levantándose cada mañana, más tarde que temprano, y agarrando su lector de feeds entre una de las primeras cosas que hace en el día. Yendo luego a trabajar, a estudiar o, por qué no, a hacer nada, y aprovechando cada momento libre para leer feeds. Y leer feeds, que podría considerarse el primer paso en el quehacer diario bloggeril, es una actividad esencialmente solitaria. Podés ir al cine con un amigo, pero no podés leer blogs cinéfilos de a dos.
Luego, te entran las ganas de compartir, de expresarte. ¡Y se supone que para eso creaste tu blog! Pero crear los posts lleva tiempo y dedicación. Y resulta que tu blog tiene apenas 12 visitas diarias. Y cada 10 artículos, 9 no tienen comentarios. Y aunque no sea así, nunca tu blog va a igualar el feedback de las redes sociales y los foros. Si twittearas lo mismo que pensabas postear recibirías más respuestas, si lo subieras a taringa o a algún foro, mucha más gente te dejaría un comentario con su opinión. Y además, sería mucho más rápido y sencillo de hacer para vos. Por eso muchos bloggers sucumben ante la tentación y pasan cada vez más tiempo en sus cuentas de twitter y menos en sus propios blogs.
Y además, pareciera que la bloggosfera fuera un conjunto bastante disconexo; donde se siente una cierta tensión entre sus elementos, los bloggers. Se respira algo de envidia, de competencia, de hipocresía, de egocentrismo, o en el mejor de los casos, simple individualismo. Falta (a mi entender, obviamente) espíritu de comunidad, de compartir y ayudarse. Cuesta festejar el éxito del otro, cuesta colaborar, aportar a lo que hace el otro y ayudarlo a crecer (si él crece, puede quitarme mi puesto en el TopPost de alguna dudosa página de listas de popularidad). Es fácil caer en la tentación de algún pecado capital blogeril.
Y para colmo de males, no existen espacios para compartir esta afición con otros que sufran y gocen de lo mismo. Los pocos que se han creado, o murieron lentamente o se convirtieron en una especie de «mercado central» donde el arte del bloggeo se vende por kilo y las ganas de escribir se expresan en dólares la docena. No hay cafés literarios para bloggers, sino sólo tabernas y wiskerías.
Y es que el blog no es una plataforma muy sociable. Así como el foro hereda su funcionamiento del Forum Romano (como no había ni internet, ni televisión ni radio, ni periódicos, la gente iba a una plaza a enterarse de las últimas noticias y a opinar sobre ellas), así se podría decir que el blog es más bien un púlpito, donde el blogger hace las veces de párroco dando su homilía. No se lo puede interrumpir, no se puede preguntar ni agregar nada. Hay que esperar al final de la misa para acercarse al cura y dejarle un breve comentario.
Pero a pesar de esto, muchos elijen crearse un blog, mantenerlo y no cambiarlo por nada. Y me pregunto, ¿por qué lo harán?
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