No quiero ser Humano
En el capítulo 17 de la 4ta temporada de Battlestar Galactica ocurre un pequeño diálogo/monólogo con el cual me sentí profundamente identificado. Algo que he sentido toda mi vida, expresado en esa escena de una de mis series de ciencia ficción favoritas. En la escena se encuentran (spoiler alert) Ellen Tigh, uno de los «últimos 5 cylons» creadores de los demás modelos que componen un total de 12 modelos humanoides y Cavil, también conocido como «Number One», uno de los primeros 7 modelos cylon que vemos en la serie. Pongo el diálogo completo, pero en realidad lo que me interesa es lo último que dice Number One:
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Number One: En todos tus viajes, ¿has visto alguna vez una estrella convertirse en supernova?
Ellen Tigh: No.
Number One: ¿No? Bueno, yo sí. Yo vi una estrella explotar y desarmar los mismísimos bloques que forman el Universo. Otras estrellas, otros planetas y eventualmente otra vida. ¡Una supernova! La Creación en sí misma! Yo estuve ahí. Quería verlo y ser parte del momento. ¿Y sabes cómo percibí uno de los más gloriosos eventos en el universo? Con estas ridículas bolas gelatinosas en mi cráneo! ¡Con ojos designados para percibir sólo una diminuta fracción del espectro electromagnético. Con oídos diseñados sólo para oír vibraciones en el aire.
Ellen Tigh: Nosotros cinco los diseñamos a ustedes para ser lo más humanos posible.
Number One: ¡Yo no quiero ser humano! ¡Yo quiero ver rayos gama! ¡Quiero oír rayos X! Y yo, yo quiero, yo quiero oler materia oscura! ¿Acaso no ves la ridiculez de lo que soy? Ni siquiera puedo expresar estas cosas apropiadamente porque tengo que…. tengo que conceptualizar ideas complejas en este estúpido y limitado idioma hablado! Pero sé que quiero extender algo distinto a estas garras prensiles y patas y tocar el viento solar de una supernova fluyendo a mi alrededor. Soy una máquina, y podría conocer mucho más. Podría experimentar mucho más. Pero estoy atrapado en este absurdo cuerpo. ¿Y por qué? Porque mis cinco creadores pensaron que «Dios» lo quería de esa forma.
¡Me siento tan identificado con este monólogo! Un ser consciente de sí mismo, gritando a su creador por lo absurdo de su creación. Y yo me siento igual. Me parece tan irónico y cruel… existir como humano: tener la consciencia de tu propia existencia y del universo, el enorme infinito universo en el que existimos, pero al mismo tiempo, ser minúsculo y efímero, ser ridículamente finito en ese infinito, tener menos de un siglo para existir y ser totalmente incapaz de experimentar la majestuosa enormidad del cosmos. La vida (la vida consciente al menos) es una broma cruel.
Yo quiero vivir trillones de años, ser eterno, viajar por el mundo, por el sistema solar, por la galaxia, por el universo entero. Quiero conocer todo lo que haya para conocer; como Cavil, yo quiero ver infrarrojo y oler materia oscura. Quiero estar en todos lados y conocer todo lo que existió, existe y existirá. Quiero contemplar lo diminuto y rápido de la realidad subatómica y lo enorme y lento de la vida y muerte de las estrellas. Quiero cabalgar en el lomo de exóticos animales extraterrestres, debatir de filosofía con seres pensantes del tamaño de una montaña. Enamorarme de un ser hecho de silicio que vive en un castillo en un océano de metano. Atravesar agujeros negros y correr a la velocidad de la luz sin mirar hacia atrás.
Pero no. Sólo soy un puñado de átomos que de alguna forma, saben que existen y que su existencia es pequeña y pasajera, confinados a un cuerpo, a una ciudad, a un país, a un idioma y una idiosincrasia. Un puñado de polvo que «es» lo que soy, durante un efímero instante en el que viviré. Sólo puedo disfrutar una vida, vivir en un lugar, conocer un puñado de personas y vivir una acotada cantidad de experiencias. ¡Yo no quiero ser humano! ¡Quiero mucho más que eso!