«Sos un pelotudo y esto es una boludez»
Ya algo de esto comenté cuando escribí sobre la misteriosa extinción de los adjetivos.
No entiendo los insultos «pelotudo» y «boludez» (creo que «boludo» es aparte porque perdió su fuerza como insulto debido a que abusaron de él en contextos y frases más amigables, todo por culpa del «che boludo»). Y podría agregar también a la lista «hijo de puta». No comprendo su funcionalidad, no comprendo por qué debo ofenderme cuando me los dicen, no logran molestarme, quiero saber quién los inventó, cuándo y por qué surgieron. No les encuentro el sentido. ¿Alguna vez lo tuvieron?
Yo los llamo los «insultos huecos», porque carecen de significado real. ¿Qué parte de mi persona estás insultando cuando me decís «pelotudo»? Porque estoy seguro que no te referís al tamaño de mis pelotas, no creo que sea esa parte la que querés agredir. Y peor con «hijo de puta», aunque tal vez este insulto tenga el dañino trasfondo de querer insultar no al otro, sino a su amada madre. Un ser tan idealizado, que la mayoría consideramos intocable. Pero en general, son huecos estos insultos, no dicen nada, ni del agredido ni del agresor, ni del contexto en que se dijo. Si te cuento «Jorge me dijo que sos un pelotudo» o te digo «a mí me parece que es una boludez» no te estoy aportando información útil en realidad, como si no te hubiera dicho nada en lo absoluto.
Son «insultos multitarget» porque apuntan a cualquiera, y a todos por igual. Jorge cree que Antonio es un pelotudo porque no le gusta el fútbol, y Antonio, por su parte, piensa que Jorge es un pelotudo porque lo único que le interesa en la vida es el fútbol. Marcela está enojada porque no quería hacer la boludez que se le ocurrió a Cintia en la noche de viernes. Cintia en cambio, está muy contenta, menos mal que la convenció a su amiga para no hacer la boludez que ella quería. Mi vecino dice que los del 8voA son unos hijos de puta porque ponen la música a todo pedo a las 2 de la mañana. Carlos y Santiago me dijeron ayer que el viejo que vive al lado de mi departamento, es un hijo de puta por quejarse al consorcio y llamar a la policía justo el día que festejaban el cumpleaños de Andrea. Todos somos pelotudos para alguien más. Es inevitable. Si vos pensás que alguien es un pelotudo por lo que hace, dice o piensa, es muy probable que ese alguien piense que el pelotudo sos vos por hacer, decir o pensar lo contrario.
Y también son «insultos multiuso» porque se usan en cualquier situación. No hay que pensar nada, es lo primero que te viene a la mente cuando querés insultar a alguien. ¿Para qué pensar una frase ingeniosa? ¿Para qué hacer uso de todo tu poder sarcástico? ¿Para qué indagar el más oscuro secreto de tu oponente y encontrar su punto débil, su talón de Aquiles? ¡Si con decirle que es un pelotudo basta! Yo tengo la teoría de que estos insultos son el reemplazo evolutivo del gruñido de hace millones de años. Alguna parte primitiva de nuestro cerebro, (posiblemente el hipotálamo) siente la enorme necesidad, el impulso incontrolado de gruñir ferozmente, pero eso pasa por un enrevesado cableado de neuronas linguísticas y motoras y lo que sale es un sonoro «¡hijo de puta!». Es como cuando cambiás un foco común por uno de bajo consumo, es mejor, más tecnológico, gasta menos energía, pero se prende igual, vos apretás el interruptor de la pared y da luz. Mi problema con esto es que yo le tendría mucho más respeto al gruñido auténtico que a la palabra hueca. Si estás enojado conmigo, gruñime, rugí. ¡Dejá salir al cavernícola que hay en vos! ¿Díganme si acaso no intimida mucho más un gutural ¡GRRRGRRÁAAAARRRRRR! que cualquier grito en castellano? ¿Acaso no es más efectivo un delirante y profundo ¡AAAAAAAAAAAHHH! que un «hijo de puta»? A mí al menos, me preocuparía más una novia que aulle como licántropo hambriento que una que me grita «ya vas a ver hijo de puta». Seamos retro, volvamos a los gruñidos! Volvamos a los 80’s… a los 80 millones AC.
Es como cuando era niño, había una costumbre en mi colegio (que no sé si será local o nacional) que consistía en «tocar la oreja» del otro, como acción provocadora y paso previo a una pelea «a la salida del colegio». Y yo no la entendía. «Baaaahhh, Neri… te tocó la oreja, pelea! pelea! pelea!» ¿Por qué se suponía que el hecho de que te toquen la oreja con un dedo era algo que debía molestarme? ¿Quién estableció que eso era un grave insulto que no podía ignorarse? ¿Era el equivalente infantil y moderno a que un caballero te golpeara la cara con su guante blanco? ¿Por qué si te tocaban la nariz o el mentón no pasaba nada? ¿Qué dictaba el protocolo callejero? ¿La oreja derecha estaba bien o tenía que ser sí o sí la izquierda? (es que yo soy zurdo y me queda más cómodo intentar tocar la de ese lado) ¿Tenía que tocársela de sorpresa o avisarle que se la iba a tocar? ¿Por qué el que quería pelear conmigo hacía eso en vez de, no sé… ¡pegarme!? ¿Tenía yo que tocarle también su oreja o podía directamente meterle una trompada entre los ojos? Para colmo, en esas épocas, había visto «volver al futuro» y una de las lecciones que me habían quedado era que no es absolutamente necesario reaccionar como tonto sólo porque alguien te diga «gallina». También lo puedes ignorar y no pasa nada.
En definitiva, después de todos estos años, yo sigo sin entender el por qué de estos insultos y el mecanismo detrás de ellos. Tanto así que a mí realmente me cuesta sentirme ofendido por una de estas palabras, son como balas de gelatina, flechas de telgopor. escudos de aire. Es como si me dijeras «sos una mesa» o «sos un lapizón, un cucharón, un dedón, un velludo, un talonudo y un cejudo».
Yo prefiero espetar insultos más elaborados. Más individuales. Pegarle a cada uno donde más le duele. Usar el sarcasmo como espada, en vez de dar mazazos caóticos y descontrolados. Y respeto más a un adversario que me insulte de la misma manera, que uno que haga uso de estas palabrejas.
Y sí, soy consciente de que al publicar esto, me enfrento a la posibilidad de que los comentarios se llenen de insultos ingeniosos provenientes del par de trolls que tanto me odian sin siquiera conocerme, y de todos aquellos que alguna vez pensaron que soy un pelotudo y que todo lo que escribo es… una boludez.
Por cierto, si quieren elevar un poquito el nivel de sus insultos y darles un toque nardo geek, pueden leer el post de insultos geek.
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