«Le metí tres tiros» -cuento corto
Nota: Este es el primero de los que espero, serán varios cuentos breves inspirados en temática geek. Este en particular, tiene que ver con facebook y las redes sociales y la paranoia que se suele tener al hablar de ellas y sus supuestos peligros.
Diario de apuntes del Dr Augusto Survelon. Fecha: 31/98/98 Esta es una transcripción automática por computadora del audio de mi última sesión con el paciente Gregory McDolovan, (paranoia, alucinaciones y pérdida recurrente de memoria)
– Hola doctor Survelon. ¿Me recuesto aquí como siempre? Sé que lo habrá sorprendido mi llamado de ayer pidiéndole cita para hoy. Sobre todo porque hace dos meses y medio que no vengo a las sesiones. Pero lo que me ha pasado, lo que tengo para contarle, explicará todo eso y mucho más. Créame doctor.
– Adelante, lo escucho.
– Todo empezó hace cuatro meses, en realidad. Usted debe recordar que yo le venía contando de mis inexplicables casos de pérdida de memoria, o eso creí en ese momento. ¿Se acuerda que le conté que me pasaba seguido que mis amigos me decían que me vieron en tal lado pero yo no recordaba haber estado ahí? O que mi novia me recriminaba haberle prometido cosas que yo no recordaba haber dicho jamás. O esa vez que según ella estuve muy callado y misterioso al hacer el amor, pero que yo juraba haber pasado esa noche solo en mi casa y no con ella?
Bueno, esos episodios fueron cada vez más frecuentes y perturbadores. Conversaciones que no tuve, anécdotas que no viví. Me estaba volviendo loco. Me asustaba muchísimo la idea de no recordar partes de mi propia vida que mis conocidos sí recordaban. Temía tener alguna enfermedad rara. No sabía qué hacer.
Así fue hasta hace tres meses, que algo pasó y me llevó a descubrir lo que realmente me estaba pasando. No me lo creerá doctor. Resulta que me invitaron a una fiesta de cumpleaños y decidí no ir. Estaba cansado y me quedé en casa, miré una película y me acosté a dormir temprano. Al otro día en la oficina, en un momento de ocio entré a mi facebook y para mi sorpresa y espanto ¡había fotos mías, en la fiesta! Estaba yo, taggeado junto a mis amigos y mi novia, bailando y divirtiéndome. ¡Pero yo no recordaba nada! Pensé que sería una broma pesada de mis amigos, que me habían photoshopeado junto a ellos. Pero no, incluso había varias fotos sacadas con mi cámara, subidas a mi cuenta… ¿subidas por mí? Y varios comentarios míos en los muros de mis amigos. Usted sabe que yo soy adicto al facebook, twitter y las redes sociales. Que posteo todo lo que me pasa y saco fotos de todo lo que vivo y las subo. Que tengo miles de «amigos» que ni conozco. Mi reacción del momento fue, por tanto, twittear «algo muy raro y horrible me está pasando y no sé qué hacer. Tengo miedo de estar perdiendo la cabeza» y me largué a llorar desconsoladamente. Dormí por dos días seguidos, falté al trabajo, no quería despertarme. Y dejé de venir a las sesiones, no quería blanquear esto con usted.
Así pasó una semana entera en que me desenchufé del mundo… y de internet. Sólo dormí y comí. Hasta que un día recibí en mi celular un sms muy extraño, pues el número que lo enviaba era mi mismo número, como si me lo hubiera mandado yo mismo. Decía «yo puedo explicarte lo que te está pasando, nos vemos esta noche a las 12 en Santa Gertrudis al 1963, usá la llave que tenés en tu bolsillo». Metí mi mano en mi bolsillo y sí, tenía una llave que nunca había visto antes. Asustado, y superado por la situación, llamé a mi novia al celular. Llorando le pedí que nos viéramos esa noche. Enojado le recriminé por qué no me había llamado en toda la semana, que yo me podía morir y a ella no le iba a importar un carajo. Ella me contestó gritando «¿de qué hablás pelotudo? Si nos vimos anoche y te dije que hoy tenía que estudiar para mi examen de mañana! No me prestás atención, a veces está todo bien y a veces estás re disperso, qué mierda te pasa?» y me cortó.
Eso confirmaba mis sospechas, me había vuelto loco, doctor, completamente loco. Evidentemente estaba viviendo la vida pero luego no la recordaba. Y en mi mente inventé que estuve solo, en mi casa, durmiendo la semana entera. Era la única explicación lógica. Pensé hacer una prueba, si había vivido realmente esa semana con normalidad, seguramente habría twitteado a diario. Prendí la compu y me conecté. Efectivamente ahí estaban, cientos de twitts escritos por mí. Lo mismo facebook, incluso había una foto nueva en la oficina. Por eso nadie me llamó, ni mi novia ni mis amigos ni del trabajo.
¿Y la llave? ¿Qué significaba? ¡Tenía que averiguarlo! Entiéndame doctor, nada tenía sentido, necesitaba respuestas y «alguien» las tenía. Si alguien más sabía de esto, eso significaba que yo no estaba loco.
A las 12 en punto esa noche abrí con la llave de mi bolsillo la puerta de esa vieja casona abandonada y entré. Dentro ninguna luz funcionaba, salvo una, que iluminaba la escalera. Subí y al final del pasillo vi una puerta entreabierta con luz que salía de la habitación. Entré con todo el miedo del mundo y lo que vi terminó de quebrar mi mente: era yo.
Ahí parado en medio de una habitación vacía, junto a dos sillas, con mi ropa puesta, despeinado y barba de dos días… estaba yo.
Se imaginará doctor. Ese otro yo, ante mi sorpresa, me invitó a sentarme en una de las sillas, ¡con mi propia voz! Yo obedecí, rendido ante la situación tan subrealista, que no paraba de saturar mi mente. Me dio un vaso de jugo de naranja y me pidió que lo escuchara con atención. Él comenzó a caminar lentamente a mi alrededor y a hablar como si fuera lo más normal del mundo. Y dijo:
«Hola Greg, sé que estarás muy perturbado al verme y por todo lo que te ha pasado en estos meses, pero yo tengo una explicación, y es momento de que la sepas. Tómate el jugo y tranquilízate. Lo primero: no estás loco y no, no soy producto de tu imaginación. Tampoco, aunque parezca, soy tú«
Y así, durante más de dos horas se dedicó a caminar lentamente a mi alrededor y explicarme «la verdad», tanto o más inverosímil que mi temor de haberme vuelto loco.
Me dijo que él no era yo, que era extremadamente parecido a mí, pero no yo. Tampoco un hermano gemelo o algo así. De hecho, me dijo, hasta hace seis meses no me conocía. Me contó que en ese entonces, su vida se había vuelto un desastre que casi lo llevó al suicidio. Que todo le había salido mal, su novia lo dejó por su mejor amigo, lo echaron del trabajo, un trabajo que de todas formas detestaba, sus padres y hermanos murieron en un accidente, no tenía para comer y estaban por desalojarlo. Me explicó que estando en ese estado de ánimo, por casualidad, se cruzó conmigo, el mismo día que pensaba suicidarse. Bueno, no exactamente conmigo, sino con mis fotos en el sitio findyourclon.com Ya sabe doc, ese famoso sitio en el que subís varias fotos tuyas y te muestra gente parecida. Me dijo que a partir de ese momento, su desesperación y ganas de suicidarse, se convirtieron en obsesión. Obsesión conmigo y con mi vida. Que todo empezó como un morboso chiste, casi un juego. Comenzó a vestirse como yo, se cortó el pelo como yo e incluso fue engordando unos kilos para parecerse más a mí. Que le encantaba y realmente envidiaba mi vida, mis amigos, mi feliz pareja, mi familia. Contó que creó cuentas falsas para seguirme en twitter y facebook. Que pasaba el día leyendo mis twitts, bajando mis fotos y vídeos. Aprendiendo sobre mí. Que todo el tiempo imaginaba qué estaría haciendo yo, y que trataba de pensar como yo, imitaba mi voz de mis vídeos y podcast, agregaba a mis amigos en facebook, para saber más sobre ellos. Ante mi mirada atónita me contó cómo su obsesión fue creciendo cada vez más, pasando del mundo virtual al real. Cómo comenzó a seguirme a donde yo iba, a seguir a mis amigos y a mi novia. Que pudo hacerlo gracias a toda la información personal que yo subía a la web.
Mientras yo salía del anterior infierno de mi cabeza y pasaba a otro peor, entendiendo lo que implicaba lo que este sujeto me decía, él no paraba de caminar a mi alrededor y hablar. Era escalofriante, no podía salir de mi asombro, hasta empecé a sentirme mareado y débil.
Me confesó que, aprovechando que yo soy despistado, empezó a hacer cosas como si fuera yo, a «meterse en mi vida». Al principio se cruzaba en la calle con mis amigos o mis vecinos y los saludaba. Pero luego se animó a más e interactuó con mi novia, con mi hermana y hasta mi madre. Primero eran pequeñas intervenciones, breves instantes. Pero no le alcanzaba y quería más.
Me horroricé escuchando las cosas que le había dicho y hecho a mi novia y a mis amigos y cómo ninguno se dio cuenta. A lo sumo le decían que lo notaban «un poco raro y callado», pero nada más. Cuando me contó sobre esa noche en que se hizo pasar por mí y fue a lo de mi novia y le hizo el amor… enloquecí, intenté levantarme de la silla y golpearlo pero caí al piso. Algo me pasaba… ¡El jugo! ¿Qué contenía?
Así siguió contándome extasiado cómo se fue metiendo en mi vida aún más. Cómo tardó apenas unos minutos en adivinar mi contraseña de facebook, «Lorena», tan evidente. Cómo entró a mi casa y puso cámaras, cómo hackeó mi computadora para seguir minuciosamente todos mis pasos. Cómo aprovechó cada oportunidad que le dí para usurpar mi identidad e ir a cada lugar que yo no iba, y vivir cada experiencia que yo decidía no vivir y reemplazar por un capítulo de Lost y helado, o una película, solitario, frente al monitor.
Yo, debilitado, inmóvil en aquella silla, no hablé, sólo pude escucharlo. Al final, sólo logré balbucear una pregunta «¿por qué? ¿por qué a mí? ¿qué me vas a hacer?»
«¿por qué?» -me remedó. «Porque estás desperdiciando tu vida. Porque no mereces vivirla. No mereces la novia y los amigos que tienes. Prefieres estar todo el día en internet chateando con desconocidos, twitteando la nada misma que haces a diario. Porque YO merezco más tu vida, yo sabría cómo vivirla. Yo soy un mejor tú.»
Gritando una y otra vez «Yo soy un mejor tú», sacó un arma y me apuntó. Yo, doctor, le juro, vi venir el final. Oh doctor! Lloré y pedí por mi vida con desesperación. Él gritaba cada vez más fuerte «No mereces vivirla». Y en la intensidad y desesperación mezcladas, entre sus gritos y los míos, ¡le metí tres tiros en el pecho y corrí..! Quiero decir, doctor, disculpe, que él me disparó a mí tres veces. Me dejó tirado ahí, muriendo, y huyó.
Eso fue hace dos meses y medio, doctor. Lo siguiente que recuerdo es que me desperté en el hospital, rodeado de mis amigos. Me salvé inexplicablemente porque sólo uno de los tiros me dio a mí y porque uno de los vecinos que escucharon los disparos, era médico y fue a socorrerme antes de que llegara la ambulancia.
Pasaron dos meses y el usurpador, misteriosamente, nunca más apareció. De un día para otro me dejó en paz, se arrepintió tal vez, o se asustó. Tal vez incluso cumplió su idea principal, al quedarse nuevamente sin una vida que vivir, tal vez se suicidó. Lo importante es que yo pude seguir con la mía, y ahora la vivo intensamente, ya no desperdicio tiempo mirando todas esas series y películas y casi no me conecto a ninguna red social. Salgo con mis amigos, y ellos no recuerdan ninguna salida que yo no recuerde, jajaja, usted entiende, ¿no doctor? Amo a mi novia y la trato como a la princesa que es. Ahora le presto mucha atención. Y después de un tiempo, decidí olvidar todo, hacer como si no hubiera pasado. No puedo vivir con temor. En el fondo, sé que no me volverá a molestar.
Y entenderá doctor, que a partir de ahora, no voy a venir más. Ya no siento que nadie me persiga, ¿para qué continuar viniendo? Por cierto doctor, tengo curiosidad, este usurpador… imitó tan meticulosamente mi forma de ser, de hablar y de pensar que engañó hasta a mi madre. No puedo evitar preguntarle… si él hubiera tomado mi lugar, usted… se hubiera dado cuenta?
– Pues…
– jajaja, descuide doctor. Sólo estoy bromeando… así soy yo.
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